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El culto al ciervo es una tradición celta, predominante en Iberia entre los pueblos centrales de la meseta, los lusitanos y los montañeses. El ciervo es un animal sagrado para los lusitanos y de el se conserva uno de los pocos relatos de la iberia celta:
"Un indigena de Iberia encontró una cierva recien nacida, y la dejó tranquila, pero al ver que era totalmente blanca la tomó y se la llevó. Al estar allí cerca Sertorio y lo opresores romanos, la entregó como tributo. La cervatilla se hizo inseparable de Sertorio y le seguía entre el campamento militar sin espantarse, así este comenzó a difundirla como un regalo de Diana, y empezó a decir que la cierva le profetizaba y revelaba cosas ocultas, sabiendo que los celtas eran gente muy supersticiosa, empleó estas habladurias para manipular a enemigos y a tropas locales a su servicio. Cuando un enemigo le iva a atacar o a rebelarse, decía que la cierva le comunicaba que los hombres se armaran, y cuando un mensajero traía buenas noticias, le escondía y aparecía junto a la cierva diciendo que ella le había revelado las buenas nuevas, así los indígenas confiaban en la buena suerte de la cierva y en su bendición y se volvían valerosos y confiados ante los dioses."
También en el culto difundido entre los demás pueblos de la península, las máscaras de ciervo y toro tenían una importante simbologia en cuanto a la labor de la fecundidad. El ciervo, señor del bosque, con su gran cornamenta, era quien preñaba a las ciervas del lugar. Así el ciervo tenía una importante magia en las labores de fecundidad.
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El ciervo era considerado antepasado mítico de los celtas,a la vez que un símbolo viviente, y su caza era un cambió de lo profano a lo espiritual, siendo honrada y favorita de líderes y hombres de poder, que veían en la muerte del ciervo la caída trágica del héroe del bosque.
Así no es de extrañar que la Iglesia se empeñara en su persecución de la representación del ciervo y los disfraces y ritos ligados a él que duraron hasta la edad media.
En toda europa, el ciervo a causa de la renovación de su cornaenta tenía un importante simbolismo de renovación continuada y de que todos los ciclos continuan y giran, una premisa sobre la que giraba el mundo celta y una importante cantidad de la protohistoria europea.
También es importante destacar la representación de ciervas en lápidas del sur, en zona íbera y turdetaba, siendo asociada así a ritos funerarios y el paso al otro mundo. ( ciervas de las necropolis de Caudete).
El ciervo (Cervus elaphus) es uno de los animales que primero comenzó a aparecer en la iconografía y que también participaba como víctima en sacrificios rituales; así, en yacimientos alemanes datados aproximadamente en el año 16.000 aC. existe la certeza de que se sacrificaban ciervos.
En el Paleolítico son muchas las representaciones del ciervo, bien en pinturas o grabados en las paredes de numerosas cuevas (como por ejemplo en la Cueva de las Monedas, en Cantabria, o en la Cueva de la Peña de Candamo, en Asturias) y también en utensilios (como el bastón de mando de la Cueva de El Pendo).
En el Neolítico el ciervo comienza a aparecer ya como una imagen sacralizada y comienzan a ser comunes las figuras de ciervos y personajes femeninos con cabeza de ciervo, y también vasos con su forma, símbolo del agua.
En Grecia el ciervo se consagra a Hera, la diosa del Amor, y Artemisia es protectora de las embarazadas, de las ciervas jóvenes y de los alumbramientos.
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Aparece en la Historia Natural de Plinio y otros escritos clásicos como un animal enemigo de las serpientes, por lo que es rápidamente adoptado por el Cristianismo como figura representante de Cristo que vence a la serpiente del Infierno, representando la victoria de la Iglesia sobre el Demonio. Consecuencia de esto son las numerosas representaciones medievales del ciervo y las alusiones al mismo que realizan San Agustín, San Ambrosio, San Bernardo y otros.
Sin embargo, el ciervo también simboliza el alma humana; uno de los salmos dice Como jadea la cierva tras las corrientes de agua, así jadea mi alma en pos de ti, mi Dios. El ciervo bebiendo se transformó en un nuevo motivo iconográfico relacionado con el bautismo, sacramento en el que el agua calma la sed del espíritu y limpia el pecado original; es pues frecuente observar figuras de ciervos en las pilas bautismales, como puede contemplarse por ejemplo en la Iglesia de Santa María de Villanueva y también en cálices.
Pero como el ciervo o el alma del cristiano puede ser atacado por el mal, es posible contemplar también escenas en las que el ciervo es perseguido por centauros, animales que atacan con o sin motivo a otros seres.
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